Para los que vivíamos cerca de Córdoba y Canning (en la memoria del barrio
este sigue siendo su nombre) teníamos lugares claves donde hacer las compras.
Cuando alguien decía voy a la farmacia ya todos entendían que se trataba de la Inglesa , que reinaba justamente
en esa esquina y permaneció con ese nombre hasta 1982, cuando en plena guerra
cambio su nombre por “Gran Malvinas”. Si de ropa deportiva se trataba “La Rosa ” era el lugar por
excelencia, todos los inicios de año escolar se concentraban Madres y niños en
busca de Zapatillas Flecha, Bombachones negros y pantalones de gimnasia azules.
La perfumería se encontraba en Córdoba casi llegando a Araos y tras el
mostrador estaba Ada, el lugar era gigante y los sábados por la mañana había
que hacer cola para ser atendido. La heladería eran palabras mayores,
Scanappieco opacaba a todos los locales del ramo en cuadras a la redonda y
hasta venían de barrios vecinos, en los
80 fueron pioneros con la creación del sabor llamado menta granizada. La
disquería era mí preferida, “La
Ruideria del Gato” un lugar pequeñísimo atendido por su dueña
Hippie de los ´60 que permaneció así hasta los ’90, el lugar donde olía a
sahumerio aún antes que se pusieran de moda… Junto enfrente en Av. Córdoba 4684
casi en la esquina de Malabia se encontraba la Librería y Juguetería
Arlequín, un local de dos vidrieras a los costados donde se podía apreciar, en
una todas los juguetes recién salidos y en la otra los artículos de librería.
Casi diría que fue el primer hogar de Barbie y los pin y pon en el barrio,
acompañados por mi pequeño ponny y los micromachine que se exhibían en una
vitrina aparte. Cuando llegaba el día del niño, reyes o navidad, la vereda se llenaba de cochecitos
de muñecas, caballitos de madera, juegos de escobita y secador, andadores y
pelotas de colores que colgaban de la entrada, por supuesto nunca faltaba la
mesa en la vereda donde se envolvían los juguetes… El local con un salón
alargado e interminable, donde sobre su mano derecha se encontraban grandes
mostradores de madera y estanterías con libros y útiles escolares. Sobre la
izquierda, los mostradores eran delicadas vitrinas, cajones en el suelo y
estanterías con juguetes, al final de los mostradores y sentado desde la mañana
hasta la noche, se lo encontraba a don Mendel Waldman, padre de Iser
Majlech Waldman dueño del lugar y al que todos apodaban Isa.
Al contrario de su padre, que tenia fama de cascarrabias y protestón, Isa era
un hombre amable y siempre de buen humor,
respetado y querido por los vecinos y comerciantes del barrio. En el
lugar también trabajaba Silvio, uno de sus tres hijos y estudiante de maestro
Jardinero, particularidad para los años ´80, donde esa profesión era casi
exclusiva de las mujeres. Si entrabas al lugar por la mañana y Silvio estaba a
cargo podías verlo saltar con vehemencia sobre un camión Duravit, para
demostrarle a una madre que esa era la mejor elección de juguete ya que era
indestructible mientras resonaba en la radio la voz de Lalo Mir en su programa
“Radio Bankok”.
Los otros 2 hijos de Isa, eran Paula que solo
se la veía ayudar en las ocasiones especiales ya que era la mas joven de su
familia (eso días y debido a las grandes colas todos los parientes y amigos
colaboraban, incluyendo a Jaime que era el empleado contable) y su hijo mayor Fabián, que estaba a cargo de
la sucursal llamada “Distribuidora 4”
que se encontraba en Av. Córdoba y Thames justo en la esquina y con enormes
vidrieras que la abrazaban.
Arlequín no siempre fue Librería y Juguetería,
aunque si siempre fue de los Waldman; en los años 60 se llamaba “Electrónica
Paternal” y era una de las grandes tiendas del barrio donde se vendían
electrodomésticos, de hecho y aunque
cambiada de rubro el nombre seguía siendo el mismo y para no despistar a los
incautos eligieron al otro como nombre de fantasía.
En el último de sus tres grandes depósitos y
como testigos silenciosos del pasado, en sus estanterías descansaban viejos
tocadiscos portátiles, televisores a válvulas y otros electrodomésticos pasados
de moda, junto a algún que otro libro escrito en hebreo que contaba historias
de Europa antes de la guerra.
No se exactamente cuando dejo de existir,
supongo que la agarro alguna de esas crisis por las que paso la Argentina e implacable
como con tantos otros comercios, la obligo a cerrar sus puertas. Recuerdo en
alguna ocasión y allá lejos en el tiempo, encontrarme a Isa en una nueva
Arlequín sita en Av. Corrientes y Medrano, pero solo fue un paso Fugaz y claro
esta ya no era lo mismo.
Hoy el local sigue ahí, mantiene su estructura
solo que ajironado, dividido en 2 y convertido en tiendas de ropa.
Seguramente los que entren a comprar, no tiene
idea de la magia del lugar, esa que provoco durante décadas la sonrisa de
infinidad de niños, la que adorno las veredas del barrio, la que se distinguía
entre los negocios de la cuadra, porque no se repetían los rubros.
Esa magia que me provoca casi Inevitablemente que
cuando pase por ahí, no pueda dejar de tararear ese tema de vivencia llamado “Los
Juguetes y los niños”.
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