6 jun 2020

La mirada de los otros

Esta historia llegó un día Y me susurro al oído “escribime”. En realidad la muy impertinente se coló, mientras intentaba contar otra historia, la de su vecina de casa, en Elcano y conde en colegiales. 
Estaba yo muy entusiasmada buscando info sobre la ex dueña de un local llamado Bohemia,  cuando se me ocurre preguntarle a mi amigo Martín Franco, vecino laboral del barrio a finales de los 90, si se acordaba del lugar y la mujer en cuestión. A pesar de haber trabajado muchos años más que yo en el barrio, su memoria es más volátil que la mía, o quizás no prestaba tanta atención, ya que estaba en una oficina en primer piso y yo debajo con local a la calle. En mi desesperación por intentar que recuerde algo, use como referencia la casona lindera a dicho local, donde vivían y trabajaban 3 particulares hermanos. Yo intentaba buscar algún detalle que lo ayudara, recordé que la mujer de ese trío fraternal era artista plástica, igual que Martín, y google su nombre para mostrarle su trabajo. 
Fue Justo ahí, cuando la historia se presentó de repente y me susurró, nos miramos a los ojos y le pregunte: Vos querés que te escriba, pero acaso tenés algo interesante para ofrecerme ? Entonces canchera, me guiño un ojo y me mostró un documental que resulto ser, apenas la punta del ovillo. 

Los hermanos Hisas eran 5, Ricardo, Roberto (fallecido de meses) Emilio, Hilda y Nélida. Hijos de un matrimonio Sirio Libanes, integrado por Barket Hisas (en migraciones lo bautizaron Alberto) y Fadua Aboud. 
Apenas llego a Argentina Barket  junto a otros familiares que vivían en Castillo y Serrano, en el barrio de Villa Crespo,  comenzó una pequeña fábrica de Hilados que manejaba en colaboración de sus primos. En  los años 30 se presentó la oportunidad de comprar en cuotas la casa de Av. Elcano 3179 en Colegiales, esa seria la vivienda familiar y Fadua la encargada de ir cada mes, durante los proximos años, libreta en mano a pagar la cuota de la hipoteca.
Fue pasando el tiempo y Ricardo el mayor de los hermanos trabajaba con su padre y estudiaba para contador. Emilio ayudaba en la empresa familiar, Nélida, la menor daba clases de ingles , e Hilda que se había recibido de bachiller normal en el instituto nuestra señora del rosario de Belgrano, tomaba cursos de acuarela. 
Emilio es el primero en abandonar el nido en 1957, año en que se casa, pero sigue frecuentandolo a diario, ya que en la casona funcionaban las oficinas y el garaje era usado como punto de distribución de los tejidos terminados. Posteriormente en el 59 se casa Nélida y forma su familia compuesta por dos hijos Lucia Y Julián, por lo que no participa en el negocio familiar. Ricardo e Hilda, solteros empedernidos, convivían junto a sus Padres.
Hilda por aquel entonces trabajaba en el departamento de publicidad de las Galerias Harrods, dibujando los figurines que formarían parte de las revistas de la época, este trabajo lo mantuvo por casi 15 años, cuando en 1972 el departamento de publicidad dejó de utilizar dibujos y pasó a usar fotos para promocionar indumentaria. 
En 1967 fallece Barket, y Ricardo ocupa su lugar de hermano mayor quedando a cargo de los negocios familiares junto a Emilio.
Si hay algo que tenía la familia Hisas era su amor por las artes, y no perdían oportunidad de ir al teatro, exposiciones y conciertos. Es Así como un día, los hermanos fueron a un recital de Atahualpa Yupanqui y cuando termino lo esperaron a la salida para contarle lo mucho que lo admiraban, Don Ata muy agradecido se prestó a la charla y los hermanos ni lerdos ni perezosos lo invitaron a su casa a compartir una comida en familia, la cocina de doña Fadua era muy alagada, contrario o todos los pronósticos el músico acepto y a partir de ese momento, se convirtió en un comensal habitué.
A fines de los años 60 Hilda comienza a exponer su trabajo y conoce a Ben Molar,  para ese entonces su maestro era Demetrio Urruchúa, uno de los encargados junto con Berni, Castagnino, Colmeiro, y Spilimbergo de pintar en los años 40 los frescos de las galerías pacifico ubicadas en Av. Córdoba y florida, en el microcentro porteño y hoy declarado monumento histórico nacional.

Urruchúa, quien la apadrino hasta su fallecimiento en 1978, se encargaba de hablarle a todos del trabajo de Hilda, y la estimula a hacer  muestras. 
A pesar de su perfil bajo, ella acepta. Desde aquel entonces Ricardo entusiasmado, se hace cargo de organizarle nuevas exposiciones.
Hilda,  se suma a la academia del lunfardo y cultiva una estrecha amistad con Ben, que los mantuvo unidos hasta el fallecimiento de él en 2015. El sería en los 90 el encargado de animar a Hilda a realizar una exposicion tematica sobre tango.
En 1975 Ricardo abandona la soltería y el hogar materno. Hilda permanece en la casa junto a su madre, con la firme convicción de no casarse ni convivir, ya que el casamiento para ella es sinónimo de perdida de la libertad personal, algo que no está dispuesta a entregar por nada del mundo. 
Los 80 pasan sin sobresaltos, ni muestras. Hilda sigue tomando clases con maestros que se terminan convirtiendo en admiradores de su trabajo.

Llega los años 90 y Fadua a sus 93 activos años fallece. Para ese entonces la casona de dos plantas estaba copada por la empresa familiar que desde los años 70  fabricaba tejidos para uniformes militares y para Telefónica. Hilda alternaba su trabajo en la fábrica con las clases en los talleres de la asociación Estímulo de Bellas Artes, en Av. Córdoba y Maipu.
Los 3 hermanos no pasaban desapercibidos en el barrio, Ricardo alto y robusto era un tipo afable y dado con los vecinos, alguna vez me toco recibir un souvenir de regalo traído de unas vacaciones en San francisco. 
Emilio, menudo y de lentes, tenía una postura más acartonada que parecía permanentemente poner distancia. Su muletilla era “señorita” que repetía constantemente, claro está si su interlocutor era una joven dama. De pocas pulgas y poca paciencia, detestaba ser interrumpido y te lo hacía saber con un “no me interrumpa señorita” eso sí, siempre con sobrada educación y buenos modales. Demás esta decir, que a mí esa frase me la repetía constantemente.
Hilda era otro cantar, su figura delgada y esbelta, su largo pelo negro enrodetado y sus polleras tubo que terminaban con un volado cerca de los tobillos, rememoraban a Olivia, la novia de Popeye. Siempre bien coqueta, con maquillaje pronunciado y bijouterie colorida, llevaba su humanidad a toda velocidad por la avenida. Con un inmenso mundo interior, muchas veces llegaba a un lugar y no recordaba para que, se iba y regresaba a los pocos minutos con su memoria recuperada. 
A Hilda le gusta cocinar y la solidaridad era algo de familia, en una oportunidad cuando su vecina Vita de la calle Conde (los fondos de las casas eran linderos) tuvo un accidente andando a caballo, Hilda no dudo en llevarle comida y asistencia durante el tiempo que estuvo postrada. Muchos años después, lo haría con su Hermano Emilio, luego de que este enviudara y ella tomara el compromiso de llevarle todos los días la comida a su casa.
Con el nuevo milenio, llegan los cambios. En 2003 fallece Ricardo y junto a él empieza a irse Elcano Textil. Emilio ya mayor y con intención de no perjudicar a nadie, vuelve a recurrir a los primos para seguir adelante (los dos hijos de Emilio viven en el exterior) pero esto sería solo por unos años. Finalmente en 2007 toman la decisión de cerrar la empresa y vender la casona, ya que para Hilda usarla solo de vivienda requería mucho esfuerzo. La casona la compran los dueños de la conocida casa de antigüedades “la rueda” de Flores y la destinan para alquiler. En la actualidad allí funciona una cadena de cafeterías americanas, que gracias al conocimiento de los locatarios, apenas adaptaron el lugar, y permanece su estructura arquitectónica intacta.
Hilda se muda a Parque Chas, a un PH acogedor que le sirve de vivienda y estudio. Finalmente da utilidad a su título de docente, dando clases en la Asociación que la vio como alumna durante tantos años. 
En 2017 fallece Emilio con 91 años y en 2018 le sigue Nélida, que hasta su último suspiro la paso yendo a los recitales del “cardenal” Javier Domínguez, un tanguero joven, que viéndola apasionada por la música, la adopto de segunda madre.
Hilda, lejos de desmoronarse por la partida de sus hermanos se mantiene hiperactiva como siempre y cultiva la soledad como un tesoro. Libre de ambiciones, la vida le fluye y ella la acompaña, vive en el aquí y ahora y según ella su falta de memoria la ayuda a hacerlo.
Le divierte realizar alquimia culinaria cocinando galletitas de sabores experimentales que regala a quien va a visitar, con la particularidad de que ella no las come, porque mantiene una estricta dieta macrobiótica orientada por los apuntes y libros el Técnico en Dietética y Nutrición Natural Néstor Palmietti.
Cada Tanto se la ve por Elcano, ya que se niega a abandonar a sus proveedores amigos de toda la vida, y sigue con sus clases como docente de Croquis en la AEBA. Tan peculiar y querida es, que sus alumnos decidieron filmar un documental llamado “Señorita Hisas” donde la premisa es la de rescatar su sabiduría en una especie de lista de mandamientos azarosa, creada durante las tertulias luego de clases en una pizzería cercana. 
Tengo que confesar que cuando vi el tráiler del documental realizado por Luis Paris y Federico Scopazzo, me costó reconocer a la Hilda que vi todos los días por 6 años. Si bien físicamente no cambio en nada, ni siquiera en la edad que aparenta (nunca sabremos la verdadera), se me estaba revelando el lado b de aquella imagen de solterona y peculiar oficinista de colegiales que guardaba en mi memoria. 
Ni lerda ni perezosa, me contacte con ellos para verlo entero, grata fue la sorpresa cuando me lo enviaron, junto a la inquietud de querer conocer lo que consideraban era el lado B de Hilda, su costado mundano y de familia que yo conocía, y que para ellos era un misterio. Todo estaba dado para que se unan estos dos universos, la historia comenzó a escribirse, pero faltaban detalles. La encargada de ayudar a encajar las piezas fue Lucia, la hija de Nélida, quien se ocupa de asistir a Hilda cuando lo necesita. Gracias a ella también, los rostros de los hermanos Hisas volvieron a sonreír para la foto.
Ahora que la mirada propia y la de los otros se unieron, se rebeló una visión nueva. 
No puedo dejar de reflexionar, sobre cómo podemos suponer historias a partir de una percepción. Nos convencemos que con solo ver apenas unos fotogramas, sabemos cómo es la película. 
Nunca sentí mas real la frase “no todo es lo que parece”.
Esta vez por suerte, llegue a tiempo, antes que den la última función.
Me despido pensando en El V mandamiento de Hilda que dice “No pertenecer a nada ni a nadie”.
Desde aquel día que me volvía a cruzar con la historia de ella y su familia, rompí con esa regla. Por un rato su historia me perteneció al igual que a sus alumnos que la filmaron. 
Y Ahora que terminaste de leer su historia, también te pertenece a vos.





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