Mil
veces pase por esa manzana y mire sus muros sin prestarle mas atención de la
que creí se merecían. Pero esta ciudad es así, cuenta historias a los gritos,
para los oídos sordos de los habitantes que la recorren a diario.
La gótica
Facultad de Ingeniería ya por si sola llama la atención, emplazada en el barrio
de Recoleta en la manzana comprendida por las calles Av. Las Heras (ex
Chavango), Pacheco de Melo, el Pje Cantilo y Azcuenaga, esconde otra historia
que hasta hace un año estaba notoriamente visible y seguramente a pocos le llamo
la atención.
La
historia del barrio de Recoleta comienza en 1580, cuando Juan de Garay tras
fundar la ciudad repartió las tierras entre los 65 hombres que lo acompañaban,
Rodrigo Ortiz Zarate (2° intendente de la Ciudad ) fue el afortunado poseedor de las
parcelas que hoy ocupa y en ese entonces se conocía como la chacra “Los ombúes”
. Tras la muerte de su primogénito dueño, su heredero Juan Ortiz de Garay
vendió la chacra al capitán francés Beaumont a cambio de un traje completo de
hombre, dado que consideraba que ese lugar no tenia ningún valor. En 1608 las
tierras fueron nuevamente vendidas, esta vez por una tenaza, una peluca y un
abrigo.
El
nuevo dueño Simon Valdez, era devoto de la Virgen del Pilar y promete
a esta la construcción de un templo para
venerarla, pero muere sin llegar a cumplir la promesa y los terrenos le quedan a los frailes Recoletos Descalzos de la Congregación Franciscana ,
quienes en 1732, y tras 26 años de
construcción y 2 benefactores, inauguran
la aun existente Iglesia del Pilar, cercana al arroyo Manso o Tercero del Norte, actualmente este
arroyo esta entubado y discurre por debajo de Av. Pueyrredón, Austria y Tagle, desembocando en el Río de la Plata.
Hacia
1830 el convento además había funcionado como cuartel, hospital de sangre, cárcel
y la barda del recién inaugurado cementerio como “paredón de fusilamiento” por
Rosas y sus soldados.
Cuando
Buenos Aires sufrió terribles epidemias de cólera y fiebre amarilla en
la década de 1870,
la población se desconcentró para evitar el contagio. De los 190.000 habitantes
solo quedaron en la ciudad 45.000, las clases populares se instalaron en el
sur-sureste de la ciudad, y las más acaudaladas lo hicieron en la Recoleta donde la altura
del terreno reducía la presencia de insectos transmisores de la enfermedad.
Por
esta emigración, muchos terrenos quedaron vacíos y sin dueño, como ser el caso
de los ocupados por el Matadero del Norte, emplazado en la manzana mencionada
al principio de este relato. Hacia 1882, el Ingeniero Municipal Juan Antonio
Buschiazzo, creyó una buena idea diseñar un “Barrio Obrero” en estos terrenos.
Su proyecto incluía dos tiras perimetrales de 56 casas a lo largo de Anchorena
y Larrea, estas contarían con una sola entrada en medio de las cuadras, y en el
centro un jardín donde se ubicarían los lavaderos. Lamentablemente este
proyecto fue desechado, sin embargo en 1886 y lejos de dejar la idea de lado, Buschiazzo decide cambiar la ubicación y
trasladarla a la manzana contigua que llegaba hasta la calle Azcuénaga, serían
58 viviendas repartidas en tres franjas, en esta oportunidad, solamente le aprueban edificar 1 tira de 20
casas con jardín y administración. De aquello que imagino como un gran conjunto
de casas para obreros, finalmente se construyeron 8 viviendas que se
inauguraron en 1889, siendo las pioneras de este tipo, ya que hasta 1910 no existió
ningún otro plan de viviendas económicas.
En 1909
se proyecta la construcción de la Universidad de Derecho y Ciencias Sociales que
ocuparía el espacio dejado por las viviendas no construidas, recién 3 años mas
tarde y con los planos originales modificados, comienza la construcción que
nunca fue terminada del todo, por lo que supone fueron errores de calculo en
sus planos finales. En 1925 se inaugura parcialmente, para en 1938 abandonar
definitivamente las obras dejándola sin sus revestimientos interiores y
exteriores y cúpula neogótica. A fines de los años ´40 el edificio es cedido a la Facultad de Ingeniería,
los vitraux de sus ventanales traseros y sus jardines lindaban con las 8 casas
erigidas por Buschiazzo. En los Años ´80 es cuando se decide que la Facultad necesita un
estacionamiento, por lo que se ordena demoler el interior de las casas
centenarias y dejar solo su frente ciego a modo de muro perimetral.
Como
una paradoja, lo que un día fue concebido para beneficio de la clase
trabajadora es demolido en beneficio de la clase acomodada. Y si nos parece incompatible
pensar en casas obreras, en el corazón de un barrio donde el inconciente
colectivo cree que los humildes solo tienen acceso en condición de empleados,
los muros inertes y grises permanecían ahí desafiantes, aunque no todos
supieran su historia.
Hoy
cuando en los medios se habla de viviendas para todos, aquellos muros fantasmas
que resistieron al tiempo, y en los últimos años sirvieron de albergue para personas en situación de calle, fueron demolidos con el fin de construir estacionamientos subterráneos. Con ellos se
fue un monumento a la utopia, los sueños de integración entre clases sociales y parte de la historia
de la Ciudad ,
esa que nos cuenta cuando un terreno no valía más que un traje o una peluca.
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