12 jun 2016

El ladrón del tiempo

En junio de 1974, Sidy y Gregorio, dos estudiantes que lo habían conocido en un bar cerca de la facultad de filosofía, le regalaron por su cumpleaños una libreta con índice , pero como no tenia teléfonos que agendar, decidió darle un uso mejor. Luego ellos escribirían en una de sus hojas “para que siempre recuerden a los culpables” (nosotros le regalamos la primer libreta).
Se referían a la primera de muchas, en 3 años lleno 60 donde escribieron alrededor de 20.000 personas, y de las cuales se editaron 2 libros.

Jose Rosenwasser era un inmigrante Polaco que llego a Bs. As. en 1926 con solo 15 años. Venia con una historia a cuestas de padre suicida, madre abandónica y un tío golpeador. La vida no le había sido fácil y su educación solo llego hasta cuarto grado.
Desde pequeño conoció el oficio de Herrero y pulidor, el mismo que lo acompaño durante 50 años hasta que le llego la jubilación. En los malos tiempos se hacia un extra atendiendo por las noches el puesto de diarios de Santa Fe y Juan b Justo, en Pacifico.
Alguna vez tuvo mujer e hijo, pero también lo habían abandonado.
Los sábados por la noche salía de la pieza de la pensión en la calle Bomplan, enfilaba hacia corrientes y entraba en los bares a sorprender incautos, su presentación siempre era la misma, “ No vendo nada ni pido plata, no me regalaría 3 minutos de tiempo?”  Con su libreta y lápiz en Mano, como quien pide un autógrafo a una celebridad, el pedía una palabra, una pensamiento, una prueba de vida. Sus preferidos eran los jóvenes estudiantes, porque sabía que si no querían escribir le dirían que no tenían tiempo, pero jamás lo tratarían mal, cosa que no pasaba con la mayoría de la gente adulta.
Hombre solitario y curioso, acostumbraba a preguntar si querían hablar con el, constantemente se encontraba con negativas, maltratos o comentarios sobre el tiempo y conversaciones vacías, hasta que un buen día descubrió que la gente se expresaba mejor escribiendo que hablando con un extraño, y así se convirtió en un pintoresco personaje de la noche porteña, a quien nadie le decía que no. No importaba el lugar, podía ser La Paz, el Paulista, el subte B, el colectivo 41 o en la esquina de una facultad.
De esa misma manera conoció a un joven Daniel Kon, quien años más tarde escribiera “los chicos de la guerra” y fuera el creador del suplemento Si de Clarín, quien le propuso en 1977, recopilar las mejores frases de sus libretas y editarlas junto a su biografía en un libro: “las libretas de José” y años mas tarde en otro aunque con menos exito.
El polaco bajito y miope,  que a pesar de tener historias fantásticas para contar, de cuando fue polizón en un barco o se escapo de su hogar a los 6 años en un tren, prefería no recordar, y cada tanto garabatear un pensamiento en sus libretas que firmaba como JR.
Cuando llegaba a su casa luego de aquellas rondas nocturnas, se sentaba en su cama con su tesoro de papel y tinta, "Entonces siempre me pasa lo mismo. Siento que empiezo a volar, alto, muy alto... Vuelo con la imaginación, sin parar, hasta que llego a otros planetas. En esos momentos siempre me siento feliz, y puedo ver cosas distintas, hermosas. Veo cosas que nunca nadie ve."
Tal vez nunca imagino que aquello que sentía y veía, no era solo producto de su imaginación, sino un legado para generaciones futuras, el testimonio de aquellos que ya no están o que alguna vez fueron. Es inevitable pensar al leer esos libros, en cuantos de aquellos que escribieron entre 1974 y 1979 desaparecieron, cuantos fueron a la guerra, cuantos estudiantes no se recibieron, cuantos amores terminaron o cuantos nacieron. Que secretos encierran esas iniciales, sobrenombres, confesiones, frases hechas, chistes malos, amores poetas. Si el Luis Alberto, Pajarito u Olmedo que aparecen en sus pagina, eran ellos o solo unos socias.
En 1985 José seguía vivo, Daniel lo contaba en una entrevista para el diario el País, después de eso no existen obituarios, ni fecha de defunción. Tampoco se que paso con aquellos originales, parece que nadie se pregunto por ellos.
Dicen que cuando le contaron a  Borges sobre el,  dijo  que era un personaje de Ficción, yo creo que fue un viajero en el tiempo y un día desapareció, o no….
Cuando dejó de recorrer la noche, las hojas de las libretas se convirtieron en paredes escritas con aerosoles de colores. Hoy esas paredes son muros con su nombre en  Facebook y en Twitter los que te invitan a que les regales 3 minutos de tu tiempo.

Primer Libro completo:

6 comentarios:

  1. Yo lo conocí, en un bar sobre Junín frente a la plaza. Ahí íbamos los de Económicas. Escribimos en sus libretas. Nos hacía la gamba para dejarnos mensajes entre los del grupo. Y muchos viernes, de noche, después de la Facu, se quedaba a compartir nuestros vinos y sueños

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  2. Soy Lucas Rosenwasser, hijo de Carlos Rosenwasser que es hijo de José. Ni su mujer ni su hijo lo abandonaron como dice este relato. Lo conocí a mi abuelo, lo vi una sola vez y nunca más. Falleció en un asilo de naciones en la ciudad de Burzaco, Alte Brown, allá por el año 90 o un poco menos.

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    1. Hola Lucas, gracias por escribir. Es bueno que aclares cosas sobre la Historia de Jose, ya que hay poco y nada sobre su biografía.La data que esta en este relato fue recopilada de distintos blogs y de notas realizadas al recopilador del libro en distintos medios. Realmente me hubiera gustado cuando la escribi poder tener mas informacion sobre el y que fue de su vida luego de que se editaran los libros, también saber que fue de las libretas. Si tenes ganas de contarme mas te agradeceria te contactes conmigo y así podemos escribir la parte que falta de la historia. Podes hacerlo a Habitantesdebsas@gmail.com o buscarme por fc.

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  3. Me encantó esta crónica sobre José, "el ladrón del tiempo". Gracias Karina por subirla

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  4. Gracias a Karina por revivir la memoria de José, ladrón de tiempo. Compre su libro cuando yo tenía unos 13 anyos y me fascinó su biografía. Gracias al nieto que aporta más información sobre su abuelo. Saludos desde Berlín. Marcelo

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  5. Lo conocí en un bar sobre la Avenida Santa Fe a la altura de la Rural, aproximadamente. Sólo se quedó tres minutos, tal como dice la reseña. Quizás no lo abandonó la esposa ni el hijo, pero si el nieto lo vio una sola vez, parece, era una familia que se frecuentaba muy poco. Vivió en una pensión y murió en un asilo. Destino desgraciado si los hay, al menos para mí estándar de vida. Raúl Carrère.

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