Comenzaban los años 80 y el barrio de Palermo aún
se enorgullecía de ser viejo. Los chicos estrenaban la plaza “Campaña del Desierto”,
en la calle Gurruchaga y Soler estaba la
feria, en Nicaragua y Malabia la regalaría de Gioconda y en Costa Rica y
Acevedo justo alado de la casa del barra de River “El Negro Víctor” el barcito con
la mesa de pool que en sus buchacas tenía enormes cabezas de leones y una
rockola donde los Pimpinela sonaban como novedad. Aquellos dos hermanos de
padres españoles - ella rubia y el de barba - abrían un pequeño local en Av. Canning justo en la esquina con Nicaragua… no, no me
confundí, hablo de los hermanos Iglesias López.
Ella se llamaba María Rosa y su verdadera
vocación era la de ser poetisa, el, mas joven se llamaba Daniel y en su
juventud fue jugador del Deportivo Español.
Buen tipo si los hay tenía el don de caerle
bien a todos. Nunca fue un fachero, sin embargo poseía un particular carisma
que lo convertía en seductor con las mujeres y macanudo con los esposos, por lo
que en poco tiempo “Thesis” se hizo popular. Tan macanudo resultaba, que los
clientes no discriminaban cuando el local estaba cerrado o abierto y no faltaba
un domingo a la noche donde algún inoportuno tocaba el timbre de su casa que
quedaba justo enfrente, para pedirle que le venda un mapa. A pesar de los
epítetos que cruzaban por su cabeza en ese momento, nunca verbalizo ninguno,
pero al cabo de unos años decidió mudarse con domicilio desconocido.
La librería seguía creciendo y llegó el día en
que las instalaciones le quedaban chicas,
felizmente consiguió un local mas grande justo en diagonal sobre la
avenida.
La nueva Librería Thesis – mismo nombre, mayor
tamaño- vestía en su frente dos enormes
vidrieras con letreros de neón y leyendas pintadas en rojo y blanco, los
colores elegidos no eran casuales -Daniel es en extremo hincha de River- su fanatismo futbolero era conocido por sus
clientes los “bosteros” que le apostaban cualquier cosa que fuera, le
dejaban carteles con bromas en caso que perdiera y hasta le arrojaban maíz en
la entrada del local. Los días que mas sufría era cuando jugaban River contra
Deportivo Español.
El futbol no era lo único que le apasionaba,
también entre sus hobbies se encontraba la cocina, considerando que pasaba en
el local la mayor parte de su vida (mas de una vez durmió en él cuando una
empleada rompió la cortina metálica o un auto se estrello contra la vidriera)
se lo veía cada tanto cocinar en un pequeño anafe que se encontraba en el
deposito dos de sus mejores platos: “pastas con salsa a los 4 quesos” y “arroz
con calamares”, este ultimo para Semana Santa donde invitaba a sus familiares, proveedores, empleadas y clientes a degustar. Era
normal que los mozos de “la
Robla ” le pagaran con “rabas a la provenzal” o de la pizzería
de la esquina le mandaran “Faina con pimienta”.
También en aquel deposito se encontraba una
vieja duplicadora que funcionaba con
tinta en pasta, Daniel era el único operador de esta maquina, sin duda era un
trabajo muy sucio que ennegrecía sus manos totalmente, lo que él convertía en
un entretenimiento persiguiendo a clientas vestidas de punta en blanco al guito
de “Primor vení que te doy una abrazo” o “rascame la espalda que no puedo y me
pica”…
Su paciencia era envidiable, incluso con los
proveedores y los clientes molestos, entre los personajes que frecuentaban la
librería, se encontraba Abelino, un anciano reparador de maquinas de escribir
que vestía de traje y corbata, usaba unos gruesos anteojos y se peinaba de
costado para tapar su calvicie inminente, cuando caminaba dejaba una particular
estela de olores indescifrables y apestosos, seguramente provenientes de su
ropa la cual no había sido lavada en años y menos remplazada. También los sábados por la mañana
y antes de que abriera el local, en la puerta ya estaba esperando con una
enorme pila de papeles en la maño el Lic. Vicente Capurro Rubinetti, un delirante cuarentón que escribía
“informes” en su maquina de escribir, numerados
y surrealistas sobre noticias irrelevantes de la semana que luego de fotocopiarlos
se los daba a los incautos que pasaban por la puerta.
Cada tanto se veía a la Señora paqueta queriendo
falsificar entradas del teatro Colon para posteriormente revenderlas, o a el
esbelto dueño de “Nave Jungla” vestido con su mameluco color rosa, a los exóticos
artistas under Dalila de los cometas bass
y Eduardo Cutuli, a Ana Maria Giunta o los heavy músicos de Rata Blanca…. También entre los
clientes se encontraban los curas y los jóvenes de la parroquia San Francisco
Javier de Serrano y Nicaragua, que todos los años para viernes Santo y como tradición,
realizaban un vía crucis viviente por las calles del barrio, el mismo culminaba
con la crucifixión de un Jesús de carne y hueso en la esquina de Nicaragua y Acevedo
donde se encontraba una loma de tierra perteneciente a la plaza. Los chicos de
la parroquia solían comenzar con los preparativos varios meses antes, se
trabajaba en la confección de los trajes, el armado del guión y la elección de
los actores, todo el barrio participaba ya que el realismo era fundamental, por
tal motivo Jesucristo no podía llevar barba postiza ni peluca.
Y así fue como a alguien se le ocurrió, que
mejor Jesús que un gallego con cara de judío, barba real y tan buena onda que
no podría negarse. No fue fácil convencerlo, pero finalmente acepto,
seguramente porque nadie le aviso que la corona de espinas era de tal, que arrastraría por varias cuadras un madero muy pesado y que
seria atado a una cruz de mas de 2 metros de alto y embadurnado con tempera
color rojo comprada en su propia librería.
Pero ahí fue el valiente Daniel, recorrió
Palermo en sandalias, vestido con tunica blanca y una banda roja que la cruzaba,
a la vista de amigos y clientes sorprendidos y padeciendo las bromas que le hacían
los jóvenes soldados romanos, arrodillándolo sobre las cloacas malolientes y susurrándoles
cantitos de cancha al oído, que no podía responder porque el personaje se lo impedía..
Era el fin de los 80, al siguiente año no quiso repetir la experiencia.
En la actualidad y después de más de 30 años de llegar al barrio que ya no es el mismo -
incluso en el nombre de la calle que cambio con el tiempo- Daniel sigue al frente de su librería, por ella
pasaron sus padres, sobrinos, sus hijos y los de sus empleados y seguramente la
recorrerán sus nietos.
El es el espíritu del lugar. Un laburador
incansable que no perdió su buen humor ni siquiera en las peores crisis (del país
y de River). Daniel Iglesias López es un personaje entrañable que aunque no veo desde hace años agradezco
conocer.
encontré tu blog por google+, me encantó :)
ResponderEliminarAy que bien que escribís google!! Nunca un gugle no?? Nunca un yajú?? Ni te conozco y siento que te odio!! Igual Karina es lo más!!
EliminarMuchas Gracias María por tu comentario.!
ResponderEliminarGenial
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